El León de El Español Publicaciones S.A.
Parte del equipo de Econward junto a la máquina a escala industrial que la compañía tiene en Madrid.
El 40% de los residuos sólidos urbanos (RSU) que se genera en los hogares españoles corresponde a desechos orgánicos, los que deberíamos depositar en el cubo marrón. Un tipo de basura que no se recicla y del que, a priori, no parece que pueda sacarse provecho.
Estos residuos acaban en vertederos o son destruidos utilizando sistemas de incineración. Un método –el de la quema– que desde hace unos años también se emplea para transformarlos en energía, pero cuestionado por su alto coste e impacto medioambiental por los gases tóxicos que se emiten.
Abordar su tratamiento de la forma más sostenible posible es lo que se propusieron en Econward hace diez años. Esta empresa española lleva una década investigando soluciones que ejerzan de puente entre una correcta gestión de los residuos y la producción de bioenergía.
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El resultado es el desarrollo de una tecnología propia que en junio le valió a esta compañía el Premio Nacional de Energía ‘María del Rosario Heras’.
Un galardón que cada año concede el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), y cuyo acto de entrega estuvo presidido por la titular de la cartera, Teresa Ribera.
Su sistema, del que ya han registrado dos patentes y tienen cinco en proceso, consiste en el tratamiento de estos residuos por medio de un proceso de hidrólisis térmica. “Aplicando vapor de agua con una presión y temperatura determinadas, conseguimos cambiar las propiedades físicas y químicas de estos residuos”, explica a D+I el responsable de proyectos estratégicos de la compañía, Pedro Lorenzo.
“De esta forma, se eliminan los patógenos, separamos mejor todo el material orgánico del inorgánico, como plásticos y textiles, y obtenemos un residuo más homogéneo a partir del cual generar energías renovables, como biogás o biometano, o crear compost”, describe Lorenzo.
Equipo Biomak a escala industrial en la nave que Econward tiene en Rivas-Vaciamadrid (Madrid).
Aunque acaban de iniciar su fase de comercialización, ya van por la cuarta versión de su tecnología, bautizada como Biomak. En las instalaciones que tienen en la localidad de Rivas-Vaciamadrid, en Madrid, disponen de un laboratorio donde realizan pruebas con muestras de no más de 200 kilogramos de diferentes tipos de residuos.
Sin embargo, lo verdaderamente impactante cuando se entra en la nave es su planta a escala industrial de diseño propio, automatizada y monitorizada con 500 sensores. Estos transmiten información sobre la presión o el consumo eléctrico a través de un software, también desarrollado por los ingenieros de Econward, para que los operarios sepan qué ocurre exactamente dentro de la máquina.
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El propósito de construir esta planta a tamaño real no es que otro que las empresas de tratamiento de residuos orgánicos puedan comprobar cómo funciona en la práctica esta tecnología cuando la aplican a sus desechos.
“La basura que generamos las personas es muy diferente dependiendo de la estacionalidad y del lugar. Consumimos productos distintos según la época del año y la zona geográfica. En las localidades de costa hay más marisco y pescado, mientras que en el interior de la Península se come más carne”, pone de ejemplo Lorenzo durante la visita que D+I realiza a sus instalaciones.
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Por eso, hace siete años decidieron abrir una oficina y otro laboratorio en Los Ángeles (California) donde experimentan con otro tipo de residuos. La elección de esta ciudad para expandirse al mercado de Estados Unidos y Canadá tiene que ver, tal y como explica Lorenzo, con su regulación ambiental “muy potente a escala mundial y equivalente a la de la Unión Europea, con unos objetivos muy ambiciosos”.
(La Directiva Europea de Residuos establece que todos los países de la UE deberán reciclar al menos el 65% de sus residuos en 2035, y que la cantidad de residuos que terminan en los vertederos o incinerados no representen más de un 10% o 25%, respectivamente).
La planta construida en Rivas-Vaciamadrid es capaz de procesar “ocho toneladas de residuos por hora de forma continua, con un índice de aprovechamiento orgánico de más del 90% y evita la emisión del equivalente a 10.000 toneladas de CO2 al año”, asegura a este medio la responsable de desarrollo de negocio de Econward, Laura Stone.
Unos datos que enumera mientras muestra a esta periodista los resultados conseguidos tras la aplicación de su tecnología: pequeños montones de restos orgánicos, más o menos refinados según el momento del proceso en el que han sido sustraídos de la planta. En uno de ellos, no hay atisbo de materiales inorgánicos.
Biomasa obtenida tras aplicar la tecnología de Econward.
Este proceso permite captar el biogás que se genera durante la degradación de la materia orgánica. Al mismo tiempo, la parte de los residuos que no se convierte en biogás puede utilizarse como un compost.
“La biomasa obtenida contiene más de un 98% de contenido orgánico”, afirma. Atendiendo sus investigaciones, una planta de digestión anaerobia que utilice el RSU procesado con la tecnología de Econward como material de entrada, puede al menos duplicar su producción de biogás.
Para conseguir estos resultados, más del 80% de sus recursos los destinan a I+D+i. “En los últimos cuatro años la inversión ha superado los 40 millones de euros”, afirma el responsable de proyectos estratégicos de la compañía.
Preguntado sobre las fuentes de financiación, no da detalles, únicamente que es una "inersión familiar": “Econward es la materialización del compromiso de una familia con la sostenibilidad y la preservación del medioambiente”, afirma sin concretar más.
Para optimizar sus desarrollos, Econward participa en proyectos europeos de I+D+i y han llevado a cabo colaboraciones con la Fundación Cotec, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid (FUAM), entre otras organizaciones.
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