Colección de calculadoras antiguas en Valladolid | El Norte de Castilla

2022-07-15 21:44:26 By : Ms. Rose Shu

El coleccionista Manuel Moríñigo muestra algunas de las máquinas que tiene en su casa. / RODRIGO UCERO

La primera calculadora de la historia apareció en el año 1623. Fue el alemán Wilhelm Schickard quien creó el primer dispositivo capaz de realizar operaciones aritméticas. Se trataba de un aparato de grandes dimensiones que, con numerosas palancas, sumaba y restaba números de hasta seis dígitos. En 1642, el filósofo francés Blaise Pascal inventó la 'Pascalina' para ayudar a su padre, que era funcionario de impuestos, en la tediosa tarea de hacer grandes sumas, restas, multiplicaciones y otras operaciones más complejas. Aquel invento del siglo XVII ha sufrido infinidad de avances hasta llegar a las actuales calculadoras científicas y solares. Un viaje plagado de ingenios a través de la historia de la ciencia y la técnica, que Manuel Moríñigo conoce a la perfección. Él es diseñador industrial y de interiores, natural de Mérida y afincado en Valladolid desde hace 16 años, y cuenta con una gran colección de calculadoras antiguas. Todas ellas son piezas especiales por su rareza, su complejidad técnica y diseño, y que, pese a su antigüedad, son capaces de resolver problemas matemáticos en segundos.

Manuel empezó su colección «por casualidad». Cuando tiene un domingo libre, es de los que disfrutan yendo al mercadillo y rebuscando entre una maraña objetos y rarezas. Tiene un alma sostenible ya que le gusta dar una segunda oportunidad a cualquier objeto antiguo, siempre que conserve el brillo de lo auténtico. Es un manitas y se le da bien la restauración. «Me encantan las antigüedades y compraba de todo sin centrarme en nada concreto. Un día, en 2015, encontré una máquina muy rara. Casi no sabía lo que era, ni cómo funcionaba. Era una calculadora. La desarmé por completo y vi su sofisticado mecanismo. Aquello me apasionó», cuenta este coleccionista, que a las dos semanas ya tenía su segunda máquina de calcular.

Todo lo que sabe de estas curiosas máquinas, lo ha aprendido de forma autodidacta, gracias al ensayo y error. Tocó, probó e investigó en internet, hasta que con el tiempo y la práctica aprendió a repararlas. «En España hay muy pocas a la venta. El 90% de las que tengo, las he comprado en el extranjero a través de subastas de internet. Son complejas porque tienen un sistema de seguridad muy avanzado. Existen algunos manuales que muestran cómo las operaciones, pero no sobre cómo repararlas. De hecho, hay modelos que no sé cómo funcionan y con los que tengo que ir trabajando muy poco a poco», afirma ente amante de los retos tecnológicos. Esta afición por el coleccionismo y la restauración le mantiene entretenido. Todas sus máquinas están en perfecto estado, revisadas, limpias, engrasadas y restauradas. Encontrar un repuesto para ellas es tarea imposible. «No existen ni los tornillos. Si me hace falta alguno, lo tengo que fabricar yo mismo», prosigue orgulloso. «Estas calculadoras permitían hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisiones y con muchas de ellas, además, se pueden hacer otras operaciones más complejas como raíces cuadradas o elevar un número al cubo», explica Manuel entusiasmado con sus ingenios mecánicos de cálculo.

Las marcas más importantes son Facit, Original Odhner, Hamann, Triumphator y Brunsviga. La más antigua su colección es una Barrow de 1898. Todas incluyen un número de serie, según el cual, Manuel puede saber el año de fabricación. «Hay aproximadamente unas 500 marcas conocidas y cada una de ellas puede tener hasta 50 ó 60 modelos, por eso, al principio me resultó difícil empezar a montar mi colección. No sabía por dónde tirar. Cuando ya tenía 10 ó 12 máquinas, contacté con John Wolff, un importante coleccionista australiano. Gracias a su consejo, decidí centrarme en una marca, y elegí Facit», cuenta mientras muestra con orgullo un ejemplar del primer modelo que fabricó esta firma sueca. «Sólo se hicieron 1911 unidades para todo el mundo y una de ellas, es la mía. En total, tengo 54 modelos de Facit. Creo que sólo me faltaría uno para tener la colección completa. También tengo una máquina Dalton de 1902 que ya imprimía en papel y a partir del año 1965 ya empezaron a ser electrónicas. En mi colección hay también alguna de las primeras calculadoras portátiles, sin cable que salieron al mercado. La más actual de las que tengo, es de 1972».

Exponerlas en la 'España Vaciada'

Actualmente su muestra se compone de unas 150 máquinas que tiene expuestas en un lugar privilegiado de su casa, aunque su sueño sería verlas expuestas en un museo para que todo el mundo pudiera apreciarlas. «Me encantaría llevarlas a algún rincón de la España Vaciada. Son muy inusuales y desconocidas en España», explica. «Ahora me estoy centrando un tipo de máquinas más pequeñitas, ya que, me falta espacio para guardarlas. Algunas son de gran tamaño y pesan hasta 16 kilos, otras incluían una tapa de madera o aluminio para facilitar su transporte, como ésta Hamann de los años 60», dice señalando un ejemplar de calculadora vintage, que es una de sus favoritas.

En 1671 Leibniz creó una máquina que calculaba por medio de un cilindro ranurado y en 1874, Odhner inventó un sistema de ruedas dentadas variables. «El 90% de las calculadoras que se fabricaron en el mundo se basaban en uno de esos dos sistemas. A lo largo de la historia, se han ido incluyendo innumerables mejoras, como la incorporación de teclas en 1902 en la calculadora Dalton, o el artilugio que en 1927 incorporó Hamann para hacer divisiones automáticas», informa. En su colección hay también algunas calculadoras de bolsillo, con más de un siglo de historia. «Son las abuelas de las tabletas actuales», bromea mientras saca una pequeña máquina muy funcional, de tipo librillo que se maneja con una especie de lápiz metálico. «Éstas eran idóneas para viajantes. Son de finales del siglo XIX y permitían hacer las cuatro operaciones principales», completa.